CRUCES Y CAMINOS
Muchas veces se entrecruzan los caminos y los cauces de los rió. Ambos son el paradigma de la misma vida al transcurrir de los años.
En las bellas primaveras a los bordes de los senderos y caminos nacen rosas, después llegan los otoños haciendo alfombras marchitas con sus pétalos que anuncian los inviernos con espinas en sus tallos.
Pasa lo mismo en nuestros ríos, aunque a la inversa. Con las lluvias del otoño y del invierno sus cauces corren presurosos salvando los remontes de sus fondos. Sus aguas no se estancan, veis, aquí está el paralelismo de la vida con los cauces y caminos.
A lo largo de la vida se estacionan los destinos, a veces es primavera, y otras es sofocante verano. Pura vida. Pero ¡ay! También los otoños que marchitan, preludios de los inviernos, del frió invierno al que resistimos arrimados a la estufa del calor humano.
¿Cuántas veces se maldicen los tropiezos? ¿Cuántas mirando al cielo “deixamos os santos a escuras”? No usamos la reflexión. No contamos que a la larga tropezamos no se cuantas veces y nos levantamos, que reverdecen los tallos y las rosas se tiñen de color.
Que los ríos vuelven a correr y a descansar en sus remansos. Que los caminos reclaman nuestros pasos para no quedar borrados.
Esos pasos son la metáfora de la vida con los caminos y los ríos, pues nos guían a darles calor a los amigos.
A esos amigos que los senderos los han entrecruzado y han remontado las rocas de los ríos.
Animo Juan, es mi deseo, que de tu otoño renazcan muchas primaveras.
¡Salud!
Nestor Costas
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